Heráclito dixit:

"Si la felicidad residiera en los placeres del cuerpo, proclamaríamos felices a los bueyes cuando encuentran para comer arvejas amargas"

11 sept 2014

Vida y muerte en el siglo veintiuno...

No es la primera vez que me da por "reflexionar", si puedo permitirme la arrogancia, sobre la muerte y la vida. Este es mi blog personal y no pretendo adoctrinar, insultar ni iluminar caminos, sólo encontrar una vía de escape. Puede que para muchos de nosotros esta terapia, ridícula en otro contexto, sea de las pocas cosas saludables que podemos hacer. En realidad, prefiero tumbarme en la playa a estar sentado con el ordenador porque, aunque no lo creáis, aún hay personas que no tenemos 4G y tenemos que recurrir al viejo PC.
Hoy día si lo piensas te dan ganas de dejar de pensar, vivimos esclavizados, sometidos por innumerables cosas. No creo que nadie sea capaz de afirmar "soy libre" y no sentirse minutos después imbécil. Las limitaciones son tan obvias como las que nuestra condición natural nos impone, no podemos volar, nadar, ni trepar, ni pasar más de un rato bajo el sol abrasador sin una buena cantidad de agua. Las limitaciones sociales son, si cabe, peores aún, cada cosa que consideras como producto de tu gran personalidad resulta que no es más que un cúmulo de prejuicios heredados socioculturalmente. La Belleza, la Bondad, la Verdad, cualquiera de las Ideas, Categorías o Entes que puedas imaginar no son más que el producto cultural de tal o cual pueblo... Seguramente esa chica tan guapa, ese chico tan atractivo, en cualquier otra época o región sean los feos del pueblo. Sí que hay algo así como la Belleza en mayúscula, pero no deja de ser un reflejo. Reflejo de la consciencia humana.
La muerte, por otro lado, es la única razón, causa, finalidad que nos hace mover nuestro culo un poquito. A diario, en nuestra sociedad (la España actual) evitamos tratar y afrontar este hecho, cada cual por su razón y su riesgo. En lugar de afrontar nuestra existencia como una serie de sucesos entre un inicio, nacimiento, y un fin, muerte, que en ocasiones debería hacernos tomar más en serio todo lo que hacemos, y en otros casos dejar de dar importancia a otras cosas que por su irrelevancia deberíamos dejar pasar. Me refiero a que hay que alejar el orgullo de nuestro día a día, pero a la vez saber quienes somos y vivir cada momento como el último. La muerte nos sorprenderá siempre demasiado pronto y sin avisar, así que no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, y no te aferres a lo que quieres más de lo que razonablemente puedes esperar. Estas son las cosas que me digo cada día al lavarme la cara, frente al espejo, justo antes de coger mi "ridículum" y salir a repartir papeles por los mismos lugares una y otra vez en busca de un trozo de pan. No es mendicidad, me digo, pido un modo de ganarme la vida, de alejar la muerte de mí, de la forma más justa posible, sin que nadie me regale nada.
En ese momento estás mirando las facturas acumuladas, escuchando las llamadas impertinentes de los telefonistas, viendo el modo de conseguir los libros y la ropa para el colegio de tu hijo sin olvidar que comer es más importante... Esta vez el teléfono suena y la noticia es que no volverás a ver ni hablar con alguien a quien quieres.
El abismo, la tragedia, el horror se aparecen ante ti, te muestran tal y como eres, desnudo, indefenso, ignorante y ni las lágrimas pueden hacerte sentir mejor, pero ayudan.

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